Andreu Ródenas
Sin duda que una de las cosas más importantes que tiene el hecho de viajar es la acumulación de experiencias, sensaciones y conocimientos que se pueden obtener. En nuestro viaje por Indonesia hemos querido conocer y ver in situ un hecho singular que algunos quizá habréis visto en algún documental. Se trata del trabajo de los mineros que recogen rocas de azufre en el cráter del volcán Kawah Ijen.
El volcán Kawah Ijen está situado en la región de Bayuwangi al este de la isla de Java en Indonesia. En el cráter hay un lago de ácido, color turquesa, de aproximadamente un km de ancho. Justo al lado del lago las emanaciones de vapor provenientes del interior de la tierra son canalizadas por unos tubos que al condensarse precipitan en forma de sulfuro líquido y van formando rocas de azufre que van cambiando de colores a medida que se enfrían y que posteriormente los mineros se encargan de romper y transportar.
La visita al volcán y la subida a la cima es obligada si se viaja a Java, las vistas del color turquesa del lago son idescriptibles desde la cima, pero la excursión tiene otros aspectos tanto o más importantes que los puramente visuales. En el borde del lago es donde se producen las extracciones de rocas de azufre por parte de un numeroso grupo de mineros.
Desde la base del cráter cerca del lago los mineros transportan, según la fuerza de cada uno, entre 75 y 100 kgs. de roca de azufre dentro de unas cestas de mimbre que cargan directamente encima de los hombros. Una vez cargados con este peso suben hasta la cima del volcán haciendo un trayecto de 700 mts salvando un desnivel de casi 300 mts., Una vez llegados a la cima tienen tres kilómetros de bajada hasta descargar las rocas.
Os puedo asegurar que se trata del trabajo más duro que yo he visto con mis ojos, el sufrimiento de verlos subir encima de los bloques de rocas sin apenas camino marcado me dejó un sabor agridulce después de haber disfrutado de unas vistas tan preciosas.
Mal vestidos y aún peor pagados siquiera hacen una parada a mitad de camino, en el lugar que ellos llaman cantina, donde pesan las cestas en una balanza rudimentaria y se les hace entrega de un certificado con el peso para más tarde poderlo cambiar por el dinero ganado. De cada viaje sacan entre 60.000 y 80.000 rupias (entre 4 y 6 euros) dependiendo de los kgs. transportados, algunos mineros hacen dos viajes al día.
Si el trabajo ya es durísimo de por sí, podeis imaginaros a estos hombres trabajando con emanaciones de gases tóxicos y las inclemencias climáticas que puedan haber (lluvias, calor asfixiante, …) según la época del año. El lago de ácido del cráter del volcán Ijen es conocido como el más ácido de todo el mundo debido a la cantidad de ácido sulfúrico que se concentra.
Para hacer esta excursión hay que salir muy temprano del hotel, en nuestro caso la hora de recogida que habíamos pactado con nuestro guía fueron las 4.00 de la madrugada. El trayecto hasta el aparcamiento desde donde comienza la caminata es de aproximadamente una hora y media ya que, si bien la distancia en kms. no es muy grande, el estado de las carreteras obliga a hacerlo de forma bastante lenta. Cuando llegamos al aparcamiento la luz del día comenzaba a hacerse presente, tras las pertinentes advertencias empezamos a caminar cuesta arriba. Desde el aparcamiento hasta la cima del volcán la distancia es de tres kms.que se hacen en aproximadamente 1 hora y 45 min o 2 horas, pues la subida es bastante considerable aunque el camino no presenta ningún problema ya que está en buen estado, a menos que las lluvias en temporada lo hagan impracticable.
Durante toda la subida compartimos el camino con dos de los mineros que comenzaban su jornada laboral, eran Madí y Sahari, quienes nos fueron contando con su «inglés» algunas historias y ellos mismos nos fueron fotografiando y mostrando los mejores miradores para tomar fotografías. Como toda la gente de Indonesia que conocimos ambos eran muy simpáticos y risueños. Sabían que cuando llegáramos a lo más alto y ellos continuaran su trayecto hasta abajo del cráter les daríamos una propina y así lo hicimos, pues la tenían bien merecida y para ellos es una ayuda económica muy importante, un complemento a su sueldo miserable que sin duda agradecieron.
Así pues cerca de las 8:00 de la mañana estábamos en la cima viendo el lago de ácido turquesa y las vistas eran realmente espectaculares y únicas, sin duda una de las imágenes que por siempre me quedarán grabadas en la retina. Desde la cima nos despedimos de los dos acompañantes y siguiendo las advertencias de nuestros guías no quisimos bajar con ellos hasta el lago, estábamos cansados y la subida posterior se preveía muy dura, al fin y al cabo estábamos de vacaciones y desde arriba del espectáculo era total.